CAPITULO IV
Flanagan no tuvo mucho tiempo para disfrutar y descansar después de su trabajo en el continente asiático. Su jefe le había dado carta blanca para descansar unas semanas, pero ambos sabían que eso era del todo imposible. A su manera, Flanagan se sentía un soldado a las órdenes de su Majestad, y en estos tiempos la información es una de las armas más poderosas con las que puede contar una nación. Joseph Goebbels, padre de la propaganda Nazi, estaba haciendo su labor con aínco por toda europa. Por la calle se comenta que fué él el verdadero artífice del Anschluss, y el culpable de que jóvenes húngaros se unan a miles a las SS, unidades militares que empezaban a formarse bajo la atenta mirada de Hitler.
No, Flanagan no podía dejar de hacer su trabajo. No quería dejar de hacerlo. Ni siquiera cuando se tomaba un té en esa pequeña terraza frente a la Torre Eiffel podía dejar de pensar en su experiencia en China ni en las noticias que leía en los periódicos Franceses.
Fue en lo alto de este majestuoso elemento, la cafetería "Altitude 95" donde recogió el periódico L'illustration del 18 de Abril de 1938 que alguien se había dejado en una mesa vacía donde leyó a pié de página algo que los ingleses llevaban intentando evitar siglos.
Los Irlandeses, aprovechando el revuelo político que se estaba levantando en el mundo entero, debían de creer que Inglaterra cedería. Ilusos. Es precisamente ahora cuando Inglaterra más firme se siente.Probablemente sea el único baluarte, junto con sus vecinos Franceses, que vea con claridad la amenaza que se abalanza sobre el continente. No, a Flanagan no le hacía falta seguir leyendo para conocer la respuesta del Gobierno Inglés. Que sigan con sus estúpidas pretensiones los Irlandeses. Quizás cuando estalle una guerra global vengan pidiendo protección y será el momento de asegurar esos territorios y posiblemente más...
Flanagan salió con paso veloz de la cafetería en dirección al hotel. Debía ponerse de inmediato en contacto con Sanchís y volver al trabajo. Leer los periódicos ajenos le hacía sentir como un tigre enjaulado. No servía para eso... Mandaría a su familia de vuelta a Inglaterra para poder trabajar sin interrupciones. Y tal y como se estaban poniendo las cosas, sería lo mejor para ellos. Debía volver la estilográfica y su libreta. Esas eran sus armas.
Se estableció en un luminoso ático en el barrio de Montparnasse, en un edifico de oficinas del periódico L'illustration. Esto le aseguraba buenas comunicaciones, y lo que era más importante, estupendos contactos con periódicos de toda Europa.
Aún tenía cajas llenas de articulos personales para colocar en su sitio, que ordenar su ropa, y que agradecer decenas de favores que le habían facilitado su colocación allí cuando ya tenía su mesa perfectamente equipada, y dos teléfonos y una máquina de escribir desde los que trabajar, cuando sonó el primer de los teléfonos, uno azul que indicaba llamada internacional:
-Flanagan al habla.
-¿Dónde te metes maldito sabueso?! Llevo semanas intentando localizarte-la voz de su interlocutora sonaba con una mezcla de enfado y preocupación. Flanagan se tomó unos segundos. No sabía si responder con sarcasmo o con disculpas. Decidió seguir usando esos recursos que tan bien le resultaban con Mary. Nunca se habían visto, pero tras años de trabajo mutuo, aunque fuera desde continentes separados por miles de kilómetros, ambos sentían una unión muy especial el uno por el otro. Nunca habían estado más de una semana sin hablar por teléfono, y esta vez, había pasado más de la cuenta...
- Bueno Mary, si me has localizado, es que sabes dónde estoy-La sonrisa que dibujó en sus labios Flanagan al finalizar esa frase fue percibida por su interlocutora. Ella también se tomó unos segundos antes de hablar. Estaba intentando aguantarse la rabia y mostrar la verdadera alegría que ambos sentían.
-Flanagan, no me mereces, y si no fuera porque me alegro de oírte, te diría unas cuantas cosas sobre tu poca formalidad. A pesar de todo te voy a dar unas cuantas noticias que corren por las redacciones de Washington.
Mary Respiró hondo. Tras el micrófono Flanagan escuchó papeles, y volvió a sonreir.
-68 nuevas fábricas se han construído a lo largo del país. Más de 240000 desempleados menos en el país que se incorporan a las fábricas de armamento pesado. Se reduce la inflación y va desapereciendo la crisis que hasta hace poco oprimía a las familias americanas. El Plan económico que Roosevelt ha implantado sobre el país, en su mayoría Plan Militar, hace efecto. Flanagan. EEUU se prepara para la Guerra
-Ya lo suponía Mary. Tu país tiene un enorme potencial, y debe quitarse la venda sobre los ojos, si cree que el imperialismo Japonés o el Fascismo Alemán no os va a afectar tarde o temprano. Me alegro. Me da miedo todo loq ue está ocurriendo, pero me alegro de que Estados Unidos reaccione por fin. Inglaterra está modernizando su ejército. Nadie lo va a hacer por nosotros. ¿Algo más?
-Si. No sé si te has enterado, supongo que sí, pero los japoneses están cometiendo auténticas masacres en China y Yunnan. Han ejecutado a todo el gobierno de Yunnan y simplemente se han dedicado a soltar panfletos por el país anunciando a los habitantes lo afortunados que son por ser absorvidos por el poderoso Imperio de su Emperador...
-No, no lo sabía, supuse que instalarían secretarios en su lugar, pero mantendrían la sobernía del país...
-Eso no es todo Flanagan. Poco después ocurrió un altercado entre los soviéticos y Japón, un incidente en el lago Changfukeng en el que fuerzas japonesas provocaron una dura respuesta por parte Rusa. Un tanteo en el que Japón finalmente prefirió retirarse...no les gustó lo que vieron parece. Volvieron pronto, provocando el incidente del Lago Chasang, donde esta vez fueron más valientes y se adentraron hasta una población rusa. No se esperaban a Zhukov y sus 300 carros, y sin armas anticarro fueron expulsados en una humillante derrota. Japón se vio forzado a firmar un pacto de no-agresión con la URRS. Flanagan, menos mal que abandonaste China a tiempo. No sé hasta dónde van a llegar estos japoneses.
-Si, tienes razón. Por una vez fui previsor. Creo que mi olfato pudo más que mi inconsciencia, esta vez, jejeje.
-No bromees con eso! Justo después del incidente del lago Chaseng, Roosevelt ordenó la creación de 30 fábricas de armamento pesado más. Creo que están muy ajetreados por los astilleros de la costa Oeste.
-Si, casi los oigo desde aquí.
-Dios mío, tengo miedo Flanagan. Roosevelt no haría eso si no fuera necesario. Los pacifistas no paran de hacer manifestaciones por todo el país. Todo el mundo se teme lo peor.
-Bueno Mary, quizás lo peor sea lo mejor. Siempre te quedará París.
-Dios! Me estás asustando Flanagan. ¿Qué sabes tú que yo no sepa?
-Verás, si a ti te parece que Japón es una amenaza, aun cuándo está a miles de kilómetros de vuestra costa, imagínate lo tranquilo que pueden estar los gobiernos europeos, teniendo a Alemania como vecina. Tanto Inglaterra como Francia se preparan para la Guerra. Se construyen fábricas, se modernizan ejércitos. Alemania continúa sus exigencias territoriales. Esta vez le ha tocado a Checoslovaquia, a los que han obligado a entregarles los sudetes, ante la permisividad rusa.
-Mary, la cosa está caliente. Hay una dura guerra de espionaje. Alemania intenta una y otra vez meter espías en Inglaterra. Pero jajajjaa, parece que son demasiado rubios y les cogen en seguida.
-Pues ten cuidado, no sea que os vayan a meter a UNA rubia y os quedéis ciegos de repente.
-Bueno, si yo estuviera en la aduana estaríamos listos jajaja. Se hace tarde Mary, tienes algo más?
-Si, Japón se ha anexionado también a Xinjiang.
-No sé por qué, pero me lo esperaba...
-Flanagan. Prométeme que me llamarás mañana. Estoy intranquila. No sé si oir tus noticias me tranquilizará, pero tu voz sí lo hará.
-Te llamaré.
Flanagan colgó el teléfono. Encendió un pitillo mientras miraba de reojo la libreta donde había garabateado rápidamente las noticias que le había dictado Mary. Le gustaría sentarse cinco minutos a pensar en todo ello. Pero no podía. Ni quería. Quería darle un poco de buena propaganda a Goebbels. Sonreía mientras bajaba las escaleras imaginando la cara de ese manipulador al enterarse de la temprana preparación a la guerra americana.