Muere el último superviviente del búnker de Hitler. El barón Bernd Freytag von Loringhoven fue asistente personal del Führer y el que le entregó los últimos boletines de la guerra.
Los ojos en el bunker se han cerrado para siempre. A los 93 años de edad ha fallecido el barón Bernd Freytag von Loringhoven , quien como joven asistente estuvo junto a Hitler hasta su última hora, en el hormigonado sótano de la cancillería, y por cuyos libros y documentales se ha sabido luego buena parte del revés de la historia.
Loringhoven, luego general de la OTAN, se encargaba de facilitar al caudillo nazi los boletines sobre la situación y , ante la huida del búnker de todo el batallón de comunicaciones dijo haberse visto obligado a escuchar en secreto la BBC para informar al Führer sobre la entrada rusa en Berlín.
Periodico ABC, Sevilla.
Ultimo superviviente del bunker.
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Nitromortyr
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Ultimo superviviente del bunker.
Cuando te empujan, matar es tan fácil como respirar (John Rambo).
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Trismegisto
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Lleva muerto más de un mes. Las esquelas en los periódicos, que son pagadas, sí que se publican el mismo día de la muerte, pero los obituarios pueden tardar semanas o meses en ser publicadas, dependiendo de la importancia y del conocimiento general del personaje.
Lo curioso es que el libro salió en España apenas unas semanas antes de su muerte, me parece recordar. Loringhoven sólo accedió a contar sus recuerdos hace escasos años, tras ser convencido por un periodista, y esas memorias tardías son las que aparecen en el libro.
Lo curioso es que el libro salió en España apenas unas semanas antes de su muerte, me parece recordar. Loringhoven sólo accedió a contar sus recuerdos hace escasos años, tras ser convencido por un periodista, y esas memorias tardías son las que aparecen en el libro.
"Lo que de los hombres se dice, verdadero o falso, ocupa tanto lugar en su destino, y sobre todo en su vida, como lo que hacen". (Víctor Hugo, Los miserables).
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Kal
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Una figura única, sin duda.
Empezó la guerra con la 1ª Panzer disfrutando los laureles cosechados en la campaña en el oeste, eran los días del champagne, las medallas y las bonitas muchachas.
Bajo el mando de Guderian corrió las interminables estepas rusas hacia el este: largas marchas, polvo y victorias llenas de suciedad, los grupos de asalto asesinando campesinos y judíos, la política rusa de tierra quemada; los buenos tiempos habían terminado aunque aún eran un ejército victorioso; pero ellos intuían, sabían, que estaban metiéndose en un avispero.
"Mirábamos la extensísima estepa hacia Asia, y me sentí abrumado. Pero no pude pensar mucho en esto porque teníamos que atacar a otra batería rusa que había comenzado a dispararnos", dejó escrito aquellos días.
Conoció el creciente poderío ruso, vio crecer al oso y aprendió a recibir sus zarpazos.
"Nos hicimos mucho más conscientes del peligro en que estábamos de ser aislados muy adentro de Rusia en un extremo de Asia".
Cuando el cerco del VI Ejército en Stalingrado ya era una realidad y las últimas esperanzas de recibir el apoyo de Manstein se desvanecieron, él trató de salvar cuantas vidas pudiera aportando ideas tan poco ortodoxas como emplear material ruso capturado y hiwis para tratar de que algunos pudieran romper el cerco.
El 17 de enero de 1.943, sólo unos días antes de la rendición de Paulus, tomó un avión en Gumrak y cuando el Heinkel sobrepasó el techo de nubes se sintió nacer de nuevo, aunque pesaba en su interior la culpa por dejar atrás a sus compañeros. Le habían ordenado llevar su testimonio y algunos documentos al Cuartel General de Manstein. Cuando llegó a su presencia pesaba 54 kilos y muchos piojos habitaban en su piel y entre las fibras de su uniforme negro de las tropas panzer; pero él deseaba, antes que descansar o reponerse, poner en antecedentes al alto mando de la realidad en Stalingrado.
Después del atentado del 44, cuando Guderian fue rescatado temporalmente del ostracismo al que le habían condenado los jerarcas nazis, y algunos de sus compañeros, Loringhoven fue su ayudante; cuando aquel fue sustituido por Krebs, él se quedó para ser testigo de la decadencia fanática y el final de opereta del hombre que había sido su inspirador y el de su querida Alemania.
Pocos oficiales tuvieron la oportunidad de vivir la Segunda Guerra Mundial como el Barón Freitag Von Loringhoven. Desde la torreta de sus carros victoriosos hasta la miseria más absoluta, siendo testigo de primera mano de acontecimientos que han forjado la historia de su tiempo y de la guerra más brutal que el género humano ha conocido.
Empezó la guerra con la 1ª Panzer disfrutando los laureles cosechados en la campaña en el oeste, eran los días del champagne, las medallas y las bonitas muchachas.
Bajo el mando de Guderian corrió las interminables estepas rusas hacia el este: largas marchas, polvo y victorias llenas de suciedad, los grupos de asalto asesinando campesinos y judíos, la política rusa de tierra quemada; los buenos tiempos habían terminado aunque aún eran un ejército victorioso; pero ellos intuían, sabían, que estaban metiéndose en un avispero.
"Mirábamos la extensísima estepa hacia Asia, y me sentí abrumado. Pero no pude pensar mucho en esto porque teníamos que atacar a otra batería rusa que había comenzado a dispararnos", dejó escrito aquellos días.
Conoció el creciente poderío ruso, vio crecer al oso y aprendió a recibir sus zarpazos.
"Nos hicimos mucho más conscientes del peligro en que estábamos de ser aislados muy adentro de Rusia en un extremo de Asia".
Cuando el cerco del VI Ejército en Stalingrado ya era una realidad y las últimas esperanzas de recibir el apoyo de Manstein se desvanecieron, él trató de salvar cuantas vidas pudiera aportando ideas tan poco ortodoxas como emplear material ruso capturado y hiwis para tratar de que algunos pudieran romper el cerco.
El 17 de enero de 1.943, sólo unos días antes de la rendición de Paulus, tomó un avión en Gumrak y cuando el Heinkel sobrepasó el techo de nubes se sintió nacer de nuevo, aunque pesaba en su interior la culpa por dejar atrás a sus compañeros. Le habían ordenado llevar su testimonio y algunos documentos al Cuartel General de Manstein. Cuando llegó a su presencia pesaba 54 kilos y muchos piojos habitaban en su piel y entre las fibras de su uniforme negro de las tropas panzer; pero él deseaba, antes que descansar o reponerse, poner en antecedentes al alto mando de la realidad en Stalingrado.
Después del atentado del 44, cuando Guderian fue rescatado temporalmente del ostracismo al que le habían condenado los jerarcas nazis, y algunos de sus compañeros, Loringhoven fue su ayudante; cuando aquel fue sustituido por Krebs, él se quedó para ser testigo de la decadencia fanática y el final de opereta del hombre que había sido su inspirador y el de su querida Alemania.
Pocos oficiales tuvieron la oportunidad de vivir la Segunda Guerra Mundial como el Barón Freitag Von Loringhoven. Desde la torreta de sus carros victoriosos hasta la miseria más absoluta, siendo testigo de primera mano de acontecimientos que han forjado la historia de su tiempo y de la guerra más brutal que el género humano ha conocido.
One lovely morning about the end of april 1913, found me very pleased with life in general...
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Kal
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El hilo se inició con la noticia del fallecimiento del Barón Von Loringhoven, último superviviente conocido del personal que acompañó a Hitler en el bunker de la cancillería.
El libro que este hombre escribió y que se cita es:
http://www.casadellibro.com/fichas/fich ... CON+HITLER
El libro que este hombre escribió y que se cita es:
http://www.casadellibro.com/fichas/fich ... CON+HITLER
One lovely morning about the end of april 1913, found me very pleased with life in general...
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kalvera
Otro de los críticos del periodo nazi y de la persona del Fhurer. He leido su libro de memorias y siempre que leo estos libros donde se pone de manifiesto el aberrante caràcter de Hitler, su desprecio por la vida del pueblo alemán ( ya no digamos de los otros pueblos) me extraña mucho percibir que esa gente sirviera fielmente a semejante tirano escudandose en el juramento de lealtad prestado a su persona.
Estoy ahora mismo enfrascado en la lectura de las Memorias de Manstein y no puedo por más que apreciar el mismo sentido de autojustificación y a su vez crítica atroz a la figura de Hitler.
Hay un pasaje en las memorias de Manstein que hablan del complot de junio del 44 y se refiere a él como una puñalada por la espalda al ejército alemán, como una traición al juramento dado al canciller. Unos capitulos más tarde habla del desastre de Stalingrado afirmando que el desprecio de Hitler hacia la muerte de millares de soldados era absoluto, que tras las directrices dadas desde el 41 por su mando directo, el desastre era seguro ya que Hitler era un neofito en materia operacional y estratégica según palabras de Manstein y que por tanto sus decisiones conducian al desastre inminente y a la destrucción de Alemania misma.
Estas dos opiniones parecen contradictorias, ya que de una parte sostiene que matar al Fhurer hubiese sido una traición al pueblo y ejército alemán, pero sin embargo, dejar que fuera el propio Hitler quien devastara media Europa y permitiera la muerte de millones de seres humanos, no era algo reprobable desde el punto de vista del Honor prusiano.
Por eso digo que todas estas memorias son un cúmulo de autojustificaciones por haber carecido del valor suficiente para implicarse en alguna de las míltiples conspiraciones que hubo desde el 33 para acabar con Hitler.
Yo siempre leo las memorias con absoluta reserva.
Estoy ahora mismo enfrascado en la lectura de las Memorias de Manstein y no puedo por más que apreciar el mismo sentido de autojustificación y a su vez crítica atroz a la figura de Hitler.
Hay un pasaje en las memorias de Manstein que hablan del complot de junio del 44 y se refiere a él como una puñalada por la espalda al ejército alemán, como una traición al juramento dado al canciller. Unos capitulos más tarde habla del desastre de Stalingrado afirmando que el desprecio de Hitler hacia la muerte de millares de soldados era absoluto, que tras las directrices dadas desde el 41 por su mando directo, el desastre era seguro ya que Hitler era un neofito en materia operacional y estratégica según palabras de Manstein y que por tanto sus decisiones conducian al desastre inminente y a la destrucción de Alemania misma.
Estas dos opiniones parecen contradictorias, ya que de una parte sostiene que matar al Fhurer hubiese sido una traición al pueblo y ejército alemán, pero sin embargo, dejar que fuera el propio Hitler quien devastara media Europa y permitiera la muerte de millones de seres humanos, no era algo reprobable desde el punto de vista del Honor prusiano.
Por eso digo que todas estas memorias son un cúmulo de autojustificaciones por haber carecido del valor suficiente para implicarse en alguna de las míltiples conspiraciones que hubo desde el 33 para acabar con Hitler.
Yo siempre leo las memorias con absoluta reserva.
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Kal
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La escuela prusiana basada en la filosofía de la guerra de Clausewitz creó esos jefes militares que primaban la masa sobre conceptos más sutiles, incluso cuando ponían en práctica "novedades" como la blitzkrieg pensaban en términos de martillo y yunque más que en la serpiente mordiendo el talón.
No quedaba más, terminada la guerra, para los militares alemanes supervivientes, que cagarse en la memoria del dictador a quien no tuvieron huevos de enfrentarse, con contadas excepciones. Y de paso justificar su propia actuación en el drama global.
Y sí, claro, las memorias hay que leerlas con reserva. Un hombre suele ser una justificación permanente de sus propios actos y omisiones.
Afortunadamente, para el punto de vista objetivo siempre nos quedará Liddell Hart y su apuesta por los militares que sepan ser tan leales a su propio criterio como les enseñan a serlo a sus jefes y tradiciones.
Aprovecho para recomendar vivamente "The Ghost of Napoleon", de Hart; una alucinante lectura sobre historia militar.
No quedaba más, terminada la guerra, para los militares alemanes supervivientes, que cagarse en la memoria del dictador a quien no tuvieron huevos de enfrentarse, con contadas excepciones. Y de paso justificar su propia actuación en el drama global.
Y sí, claro, las memorias hay que leerlas con reserva. Un hombre suele ser una justificación permanente de sus propios actos y omisiones.
Afortunadamente, para el punto de vista objetivo siempre nos quedará Liddell Hart y su apuesta por los militares que sepan ser tan leales a su propio criterio como les enseñan a serlo a sus jefes y tradiciones.
Aprovecho para recomendar vivamente "The Ghost of Napoleon", de Hart; una alucinante lectura sobre historia militar.
One lovely morning about the end of april 1913, found me very pleased with life in general...