Los viejos rumberos nunca mueren. Para Pietrain y Cowboy.
Publicado: 04 Ene 2008, 13:24
Pietrain que ha compartido la primera linea disfrutará mas este artículo. A Cowboy seguro que tambien le trae multitud de recuerdos.
De un talona (cosa de la edad, uno aun se siente 6
) a un pilier y un linea:
El mundo desde la vision de un primera linea

Linimentos en pomada unos, reflex otros. Vaselina para la cara (”¿dónde está el bote?”), Miradas cómplices. Vamos a ganar. Mi sitio, en la esquina a la derecha de la entrada, la bolsa abajo, ajustando la rodillera, más bien camuflando los flejes metálicos que con la lluvia de los últimos días habrán de chirriar delatando al árbitro una protección de dudoso acomodo en el reglamento, adminículo imprescindible, no obstante, para lo que ha de venir.
Parte del ritual, en fin, de los últimos veinte años, vieja lesión repetida mil veces (”retírate” dijeron), arrastrada por tierra y hierba, en el frío mesetario de la alta Castilla o al calor de la dura frontera más allá de Miravete; en el segundo campo entre La Moncloa y Periodismo o en el campus de Groninga, penúltima expedición hispana a la brumosa tierra de los rebeldes. Llego pronto, aun sabiendo, o por eso, que faltarán todavía al menos diez o doce de los habituales en la alineación.
Hay quien se enfunda la camiseta indavertidamente. Vienen, juegan, beben y se van, sin dificultad. Yo no. Concienzudamente preparo el suceso, lo imagino antes y lo diseño mientras me cambio: la primera melé, el ceño torvo del número 3 contrario (ya sé quien es, más grande, más joven), el primer placaje. Hablo ya con el talonador y mi compañero del lado derecho (”pesan más; tú te adelantas un poco antes de entrar”), sin escuchar las bromas de siempre, que como un rumor percibo y sé que complacen a los de la secta lúdica, los que no tienen empacho en trasnochar antes de un viaje para un partido de ascenso, que perdimos, claro.
Ya habla el entrenador. Sólo falta el zaguero, su ritmo circadiano fuera del campo es otro. Sabemos que llegará y dentro se transforma. Por eso comienza la charla, que además hemos escuchado mil veces. Son tres o cuatro fragmentos intercambiables de uso común, pues lo esencial ha quedado dicho durante la semana. Lo cierto es que nos motiva más el restallante grito del capitán en el partido, pero la letanía debe ser respetada. Nada ha de quebrar el uso inmemorial.
Suenan los tacos contra el enlosado (”el campo está blando, pon unos más largos”.) Lavo el protector dental, ajusto por última vez en el vestuario los cordones de las viejas botas y salgo junto con mis compañeros de primera línea. Despacio, no tenemos prisa. Huele a hierba recién cortada y a día de Otoño, sensación indeleble que ha de regresar mañana y mil veces.
Tras los palos, en la zona de marca elegida para calentar, nos reunimos todos al fin. Los más jóvenes miran de soslayo al rival, que en idéntica disposición, inicia también su ceremonia ritual. Los viejos no. Ya sabemos. Hemos vivido mil veces el saque primero, la descarga de adrenalina que sigue a la aguda nota del silbato. Silencio. Algunos golpes secos contra los costados. Hemos elegido juego. Sacan ellos. Con mi segunda línea estamos en el lateral, él dentro y yo ligeramente fuera del campo. El balón vuela alto…
De un talona (cosa de la edad, uno aun se siente 6

El mundo desde la vision de un primera linea


Linimentos en pomada unos, reflex otros. Vaselina para la cara (”¿dónde está el bote?”), Miradas cómplices. Vamos a ganar. Mi sitio, en la esquina a la derecha de la entrada, la bolsa abajo, ajustando la rodillera, más bien camuflando los flejes metálicos que con la lluvia de los últimos días habrán de chirriar delatando al árbitro una protección de dudoso acomodo en el reglamento, adminículo imprescindible, no obstante, para lo que ha de venir.
Parte del ritual, en fin, de los últimos veinte años, vieja lesión repetida mil veces (”retírate” dijeron), arrastrada por tierra y hierba, en el frío mesetario de la alta Castilla o al calor de la dura frontera más allá de Miravete; en el segundo campo entre La Moncloa y Periodismo o en el campus de Groninga, penúltima expedición hispana a la brumosa tierra de los rebeldes. Llego pronto, aun sabiendo, o por eso, que faltarán todavía al menos diez o doce de los habituales en la alineación.
Hay quien se enfunda la camiseta indavertidamente. Vienen, juegan, beben y se van, sin dificultad. Yo no. Concienzudamente preparo el suceso, lo imagino antes y lo diseño mientras me cambio: la primera melé, el ceño torvo del número 3 contrario (ya sé quien es, más grande, más joven), el primer placaje. Hablo ya con el talonador y mi compañero del lado derecho (”pesan más; tú te adelantas un poco antes de entrar”), sin escuchar las bromas de siempre, que como un rumor percibo y sé que complacen a los de la secta lúdica, los que no tienen empacho en trasnochar antes de un viaje para un partido de ascenso, que perdimos, claro.
Ya habla el entrenador. Sólo falta el zaguero, su ritmo circadiano fuera del campo es otro. Sabemos que llegará y dentro se transforma. Por eso comienza la charla, que además hemos escuchado mil veces. Son tres o cuatro fragmentos intercambiables de uso común, pues lo esencial ha quedado dicho durante la semana. Lo cierto es que nos motiva más el restallante grito del capitán en el partido, pero la letanía debe ser respetada. Nada ha de quebrar el uso inmemorial.
Suenan los tacos contra el enlosado (”el campo está blando, pon unos más largos”.) Lavo el protector dental, ajusto por última vez en el vestuario los cordones de las viejas botas y salgo junto con mis compañeros de primera línea. Despacio, no tenemos prisa. Huele a hierba recién cortada y a día de Otoño, sensación indeleble que ha de regresar mañana y mil veces.
Tras los palos, en la zona de marca elegida para calentar, nos reunimos todos al fin. Los más jóvenes miran de soslayo al rival, que en idéntica disposición, inicia también su ceremonia ritual. Los viejos no. Ya sabemos. Hemos vivido mil veces el saque primero, la descarga de adrenalina que sigue a la aguda nota del silbato. Silencio. Algunos golpes secos contra los costados. Hemos elegido juego. Sacan ellos. Con mi segunda línea estamos en el lateral, él dentro y yo ligeramente fuera del campo. El balón vuela alto…