La guerra en América del Sur
Publicado: 07 Nov 2007, 00:20
(...) El conflicto no era de hoy. Hacía medio siglo que estos andinos venían jodiendo la paciencia con sus marchas sobre la capital y sus caudilos, que, llegados al Palacio de la Presidencia, descubrían con asombro el funcionamiento de las cocinas de gas y los aparatos sanitarios, el grifo de agua caliente y el teléfono de cuarto a cuarto. Por esto había sido preciso realizar, antes de la batalla, una vasta operación de limpieza: incendio de casas y aldeas, fusilamiento sumario de todo sospechoso, tiroteo de bailecitos, guateques de cumpleaños y bautizos, que no eran sino pretextos para propaganda a media voz, trasiego de noticias y concertación de alzamientos -sin olvidar ciertos velorios donde, por extraño portento, no había muerto en la caja. -"Pero en Santo Tomás del Ancón se te fue la mano"- dijo el Primer Magistrado. Triste, muy triste, sin duda. pero la guerra no era cosa de guante blanco ni de contemplaciones. Era necesario observar siempre los dos principios incontrovertibles de Moltke: "El mayor bien que puede hacerse en una guerra es acabarla pronto... Para acabarla pronto son buenos todos los medios, sin exceptuar los más condenables". En un texto fundamental publicado por el Gran Estado Mayor Alemán en 1902, se decía: "Una guerra enérgicamente llevada no puede ser dirigida únicamente contra el enemigo combatiente, sino que proenderá igualmente hacia la destrucción de sus recursos materiales y morales. Las consideraciones humanitarias sólo pueden tomarse en cuenta si no afectan los fines de la guerra misma". Además, Von Schlieffen había dicho... "No jodas tanto con tus clásicos alemanes"- dijo el Primer Magistrado. Von Schlieffen quería que las batallas se dirimieran sobre el tablero de ajedrez de los mapas, a distancia, con enlaces telefónicos, automóviles y motocicletas. Pero, en estos puñeteros países sin carreteras, con tantas selvas, pantanos y cordilleras, los enlaces tenían que hacerse a lomos de mula o de burro -pues los mismos caballos no servían para ciertos arcabucos- cuando no por medio de mensajeros que supieran correr y escurrirse como los chasquis de Atahualpa. Esas batallas ideales, llevadas a catalejo y gemelos, con cartas cuadriculadas y aparatos de precisión, hacían soñar, desde luego, a ciertos generales de bigotes kaiserianos y botella de coñac al alcance de la mano, poco amigos -aunque había algunas excepciones- de arrimarse a la balacera y el arrancapescuezo... (...).
No hay fines de párrafo porque en el original no los hay. Diez gallifantes para el que adivine el autor, relativamente fácil, y la obra, relativamente difícil.
No hay fines de párrafo porque en el original no los hay. Diez gallifantes para el que adivine el autor, relativamente fácil, y la obra, relativamente difícil.